domingo, 19 de mayo de 2013

Juantxu Herguera, editor literario. Por Juan Cruz


El País. 16 de mayo 2013
Decía ayer el escritor y académico Luis Mateo Díez de Juantxu Herguera, el editor que acaba de morir: “Trabajaba como si te lo debiera”. Juantxu nació en Madrid en 1959, era comedido y misterioso; no avanzaba, desde su timidez, más allá de lo que era imprescindible, pero cuando ponía el ojo sobre una página acertaba siempre, y se hizo imprescindible para muchos autores que lo trataron, sobre todo en Santillana, donde desarrolló su trabajo hasta 2010, cuando decidió mirar hacia otro lado, y aún más adentro. Murió en la madrugada de ayer, a los 54 años, tras una operación de trasplante de corazón que finalmente no logró los efectos deseados. Deja muchísimos amigos, gran parte de ellos escritores.
Entró a trabajar en Alfaguara, bajo la dirección de Amaya Elezcano, como editor ejecutivo, en 1999. Venía de la banca, había escrito una novela (Mañana no ha llegado) con sus amigas Paca Arceo y María Antonia Slocker, pero su pasión era la literatura ajena, lo que escribían otros. Un editor de raza, como se dice. Trabajó con libros de José Saramago, de Arturo Pérez-Reverte, de Mario Vargas Llosa, de Javier Marías, de Luis Mateo Díez, de José María Merino, de Julio Llamazares, de Manuel Rivas, de Rosa Montero… Uno de sus últimos trabajos en Alfaguara fue la edición de El viaje del elefante, de Saramago. Con el Nobel portugués y con su mujer, Pilar del Río, trabajó en Lanzarote para preparar este libro.
En 2007 pasó al sello Punto de Lectura, también en Santillana y asimismo como editor ejecutivo. Ahí descubrió la novela Sabor a chocolate, de José Carlos Carmona, que fue un éxito de ventas en bolsillo. También abordó la edición de Libros Acuáticos, entre ellos Malinche, de Laura Esquivel, o El desorden de tu nombre, de Juan José Millás… Fue muy dedicado editor de autores como Bernardo Atxaga, Dulce Chacón o Unai Elorriaga.
Todos fueron sus amigos. “Tenía”, dijo ayer Luis Mateo, “una delicadeza extrema; era un hombre en el que la discreción tenía el halo del afecto y del misterio. Te relacionabas con él siempre como si por su parte hubiera siempre una entrega enorme. Y te parecía que trabajaba como si estuviera debiéndote a ti el trabajo que él hacía”.
Manuel Longares, otro de sus autores, dijo: “Juantxu Herguera era generoso, cordial. Antes de que te lo presentaran, él se había hecho una idea de ti y trataba de perfilarla a lo largo de la conversación. Socarrón, escuchaba los mayores disparates sin mover un músculo y procuraba luego centrar tus exageraciones y aprovechar lo que mejor veía de ti. Poseía una paciencia infinita con la edición del libro, era exageradamente meticuloso aunque no traspasaba sus escrúpulos, y era el primero en seguir la pista del libro, y aunque no correspondiese a su trabajo te comunicaba sus ventas, sus críticas, antes que nadie, por amor al libro que había hecho y gran respeto a quien lo había escrito”.

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